Maestro y Sociedad e-ISSN 1815-4867
Volumen 22 Número 4 Año 2025
Artículo original
La poética del espacio hospitalario en Cuadernos de patología humana de Orlando Mondragón
The poetics of hospital space in Cuadernos de patología humana by Orlando Mondragón
A poética do espaço hospitalar em Cadernos de patologia humana de Orlando Mondragón
Stan Estalyn Herrera Vilema, ORCID: https://orcid.org/0009-0005-5121-3887
Rufina Narcisa Bravo Alvarado, ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8674-6158
Universidad Estatal de Milagro, Facultad de Educación, Departamento de Posgrado, Milagro, Ecuador
*Autor para correspondencia. email: sherrerav3@unemi.edu.ec
Para citar este artículo: Herrera Vilema, S. y Bravo Alvarado, R. (2025). La poética del espacio hospitalario en Cuadernos de patología humana de Orlando Mondragón. Maestro y Sociedad, 22(4), 3517-3529. https://maestroysociedad.uo.edu.cu
RESUMEN
Introducción: El presente estudio examina la poética del espacio hospitalario en el poemario Cuadernos de patología humana (2022) de Orlando Mondragón. Debido a los exiguos acercamientos a un corpus que ha influido de manera radical en la poesía mexicana actual, -a pesar de haberse publicado recientemente- se persigue como objetivo explorar las relaciones discursivas (textuales e intertextuales) que le sirven a Mondragón para la puesta en escena del espacio hospitalario. Para esta investigación se utilizó la teoría que propone Gastón Bachelard en su libro La poética del espacio. Materiales y métodos: Asimismo, se analizó cada poema con un enfoque fenomenológico, haciendo uso del paradigma cualitativo para explorar y describir cómo Mondragón utiliza en su poemario. Conclusiones: Finalmente, con la hermenéutica se logró llegar a los resultados en donde el poeta destruye el espacio de armonía y paz que nos menciona Bachelard para convertirlo en una topofilia de dolor, agonía y falsas esperanzas (espacio hospitalario).
Palabras clave: El espacio hospitalario, enfermedad, el cuerpo
Abstract
Introduction: This study examines the poetics of hospital space in Orlando Mondragón's poetry collection, Cuadernos deopatía humana (2022). Given the limited research on a body of work that has radically influenced contemporary Mexican poetry—despite its recent publication—the objective is to explore the discursive relationships (textual and intertextual) that Mondragón employs to stage the hospital space. This research utilizes the theory proposed by Gaston Bachelard in his book The Poetics of Space. Each poem was analyzed using a phenomenological approach, employing the qualitative paradigm to explore and describe how Mondragón utilizes this framework in his collection. Finally, hermeneutics was used to arrive at the results, revealing that the poet dismantles the space of harmony and peace described by Bachelard, transforming it into a topophilia of pain, agony, and false hope (hospital space).
Keywords: Hospital space, illness, body
RESUMO
Introdução: Este estudo examina a poética do espaço hospitalar na coletânea de poemas de Orlando Mondragón, Cuadernos deopatía humana (2022). Dada a escassez de pesquisas sobre essa obra, que influenciou radicalmente a poesia mexicana contemporânea — apesar de sua publicação recente —, o objetivo é explorar as relações discursivas (textuais e intertextuais) que Mondragón emprega para representar o espaço hospitalar. Esta pesquisa utiliza a teoria proposta por Gaston Bachelard em seu livro A Poética do Espaço. Cada poema foi analisado por meio de uma abordagem fenomenológica, empregando o paradigma qualitativo para explorar e descrever como Mondragón utiliza essa estrutura em sua coletânea. Por fim, a hermenêutica foi utilizada para chegar à conclusão de que o poeta desmantela o espaço de harmonia e paz descrito por Bachelard, transformando-o em uma topofilia de dor, agonia e falsa esperança (espaço hospitalar).
Palavras-chave: Espaço hospitalar, doença, corpo
Recibido: 15/9/2025 Aprobado: 2/11/2025
Introducción
El espacio en la poesía ha sido durante mucho tiempo un objeto de estudio en donde el poeta dialoga con el entorno que lo rodea, en este caso Mondragón crea un espacio de amargura, meditación y enfermedad (el espacio hospitalario) lleno de transformaciones y experiencias humanas. La importancia de esta temática se debe a que el espacio es esencial para la creación de poemas, en este caso en el espacio hospitalario se observa el padecimiento y la búsqueda constante de la salud, el bienestar del cuerpo incluso de lo espiritual, se diría que es otro tipo de espacio aún no estudiado por la crítica literaria. Por tal razón, este estudio examina las representaciones del entorno hospitalario en el poemario Cuadernos de patología humana (2022) de Orlando Mondragón (México, 1993) desde un enfoque fenomenológico, basado en la postura teórica de La poética del espacio (La Poétique de l'Espace, 1958/2022) del filósofo francés Gastón Bachelard, quien patentiza cómo ciertos lugares adquieren un significado emocional y simbólico, convirtiéndose en santuarios para el yo.
La relevancia de este tema se ha intensificado tras las recientes crisis sanitarias globales, que han situado a los hospitales en el centro de la experiencia social contemporánea; Mondragón redacta este libro a modo de diario personal durante la pandemia por Covid 19. Desde esta perspectiva simbólica y afectiva del espacio, la obra emerge como una exploración poética del hospital como territorio existencial. A pesar del ingente reconocimiento del XXXIV Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, al libro Cuadernos… una búsqueda minuciosa en fuentes literarias y académicas mostró que hay exiguos acercamientos a la obra y por ende al espacio hospitalario visto desde la perspectiva del poeta-medico.
Por lo tanto, esta investigación aportará una nueva visión a la poética del espacio, puesto que el espacio hospitalario rompe los cánones de la poesía convencional. Para analizar este cosmos se aplica la mirada de Gastón Bachelard, quien otea al hospital como una “casa” o “topofilia” para el poeta. Además, se establece un vínculo intertextual con el trabajo del escritor expresionista alemán Gottfried Benn (1886-1956), precursor en la investigación del cuerpo en estado de rigor mortis y en la poesía asociada a hospitales, pues su Morgue y otros poemas (Morgue und andere Gedichte, 1912) se erige como un claro antecedente para la poética mondragoneana.
Por tal razón, este acercamiento propone una lectura crítica que revela cómo la poesía contemporánea, a través de la mirada de Mondragón, reformula la percepción del cuerpo, la enfermedad y el espacio desde una sensibilidad estética y ética. En este sentido, su relevancia trasciende lo literario: abre caminos para comprender la vulnerabilidad humana como fuente de creación y resistencia.
Materiales y métodos
Se empleó un enfoque cualitativo-fenomenológico para analizar las representaciones de la poética del espacio hospitalario en la obra de Orlando Mondragón, en función de lograr una comprensión profunda e interpretativa de fenómenos literarios y estéticos.
A partir del empleo del aparataje categorial de La poética del espacio de Bachelard, se contrastaron e interpretaron mediante el método hermenéutico y la técnica de análisis de contenido las representaciones del espacio poético en el poemario mencionado. Asimismo, se desentrañaron entramados simbólicos complejos, acto que exigió una inmersión en el texto y una interpretación contextualizada que solo el paradigma fenomenológico puede ofrecer. Este abordaje se sustenta en autores reconocidos en esta metodología como Norman K. Denzin e Yvonna S. Lincoln (2012), quienes destacan el valor de este enfoque para el estudio de la vida social y cultural.
El alcance del estudio resultó exploratorio y descriptivo. En primera instancia porque, como se ha justificado, se constató la casi ausencia de acercamientos críticos a la producción poética mondragoneana, especialmente en lo referente a la poética del espacio hospitalario; en segunda, porque se detalló las estrategias discursivas del autor para la configuración de la poética del espacio hospitalario en Cuadernos de patología humana, describiendo las relaciones entre la obra, la teoría de Gastón Bachelard y la influencia de Gottfried Benn.
El proceso hermenéutico incluyó las siguientes fases: identificación de los campos semánticos y localismos en Cuadernos…, para luego circunscribir los fragmentos clave que aludieran a las representaciones del espacio hospitalario y al cuerpo enfermo como un territorio, además, simbólico.
Más tarde se llevó a cabo una revisión exhaustiva de La poética del espacio de Gastón Bachelard y de Morgue y otros poemas de Gottfried Benn para contrastar intertextualidades y posibles rupturas del espacio poético, asimismo analizar el léxico: topofilia y la relación de la poesía de Mondragón con el expresionismo alemán.
Al abordar el espacio hospitalario se identificó que la angustia, el dolor, la desesperanza y la enfermedad son temas recurrentes en Cuadernos… Para concluir con este estudio se aplicó la propuesta de Bachelard para saber cómo el espacio de los sujetos líricos puede cambiar drásticamente. Además, se evidenció la intertextualidad entre Mondragón Gottfried Benn al representar la enfermedad y la muerte mediante la poesía.
Finalmente, los hallazgos de cada análisis se integraron para construir una interpretación coherente sobre la poética del espacio hospitalario en la obra de Mondragón, lo que permitió responder a la pregunta de investigación y cumplir con los objetivos del estudio.
Resultados y discusión
The LA TOPOFILIA Y EL CUERPO
El estudio del espacio en la literatura, desde la perspectiva de Raquel Guzmán (2020), se beneficia al considerar las perspectivas de pensadores clave como Gastón Bachelard, Mijaíl Bajtín y Michel Foucault. Bachelard expone que en los poemas se encuentra lo real y lo irreal, es decir que lo real proporciona al poeta un espacio para la imaginación poética (irreal). Asimismo, propone que el retrato poético no debe ser vista simplemente como un objeto, sino como una unificación entre el individuo y su entorno social. Bachelard en su topoanálisis menciona que el espacio se une a la experiencia vivida, y en este espacio surge el interior y el exterior, una conexión con el dentro y el fuera que permite al poeta crear memorias y recuerdos de lo vivido en ese lugar.
En tanto, Martínez (2011) indica que el espacio contiene al discurso poético “ensayar la experiencia de lo trascendente” (p.16) y que al transformarse el “paisaje en cuerpo y conciencia” (p. 16) la poesía utiliza el espacio como un medio de comprensión del mundo y del sujeto lírico. Esta función resulta relevante para este estudio al sustentar cómo el poeta logra forjar su experiencia existencial y su exploración en el espacio físico del hospital.
Además, la Bianchi (1987) postula que el mensaje escrito en el espacio poético contiene una materialidad comparable a la de los objetos reales, y destaca que la representación y el orden del lenguaje influyen claramente en la configuración del espacio y su significado. Este pensamiento apuesta por el dominio de la escritura, pues una simple metamorfosis textual como borrar una palabra tiene la capacidad de provocar un sedimento físico de vacío en el espacio figurado, lo que admite que el poeta recree o reconstruya el entorno a través de la sintaxis y el orden gramatical.
En otro estudio de 2024, Chazarreta advierte que el espacio poético funciona como una “arena de la confrontación” (p. 126) entre el yo y el otro, donde el espacio interior (la casa o el cuerpo) resulta invadido. El conflicto induce a la indagación sobre la identidad a través del paisaje, por lo que podría ser fundamental para describir cómo el sujeto lírico de Mondragón transforma el hospital en un escenario de lucha existencial.
Ahora bien, hablar de un estudio fenomenológico del espacio hospitalario sugiere un análisis recóndito de cada sujeto lírico y situación en la que se encuentra, es decir, desde el punto de vista de un doctor, una enfermera, el enfermo o cuidador. Bastaría precisar la mencionada categoría de Bachelard -topofilia-, el término central del libro, como el amor por el lugar o conexión emocional, casi mística, desarrollada en los espacios considerados propios; o como el sentimiento de bienestar y pertenencia que un hogar, un rincón o un refugio proporciona.
Cabe recalcar que Bachelard habla de un amor por el lugar (la casa), mientras que Mondragón en Cuadernos… lo transforma en primer lugar, en una topofilia del cuerpo, el que, a pesar de la enfermedad y el dolor, se cristaliza en un lugar primigenio de la existencia. Sus piezas líricas no solo describen las patologías, sino que manifiestan una conexión profunda con la carne, los huesos y los órganos. El poeta-médico no solo determina la patología, sino que habita el cuerpo del paciente con una mezcla de empatía y objetividad, reconociendo el amor y el apego a este espacio vital y a la vida que contiene: “Le tomo la mano a mi enfermo/ para saber que sigo vivo./ Ha muerto unos instantes/ después de que mis manos/ buscaran despertar su sangre./ Oscuras turbulencias/ revolvían su pecho./ Su vida coagulada/ detenía el oxígeno” (Mondragón, 2022, p. 9).
Por otra parte, según Sontag (2003), la salud se divisa como el alejamiento de perturbaciones en el organismo, mientras que la enfermedad se interpreta como una revuelta de los órganos. Esta representación subraya el uso de la enfermedad como una alegoría del desorden o el conflicto interno, en lugar de simplemente una condición médica. Por lo tanto, la topofilia de un cuerpo enfermo se transforma en un punto clave para la poesía.
Cabe destacar que el pionero en escribir temas relacionados con el cuerpo humano en un estado de rigor mortis fue el poeta alemán Gottfried Benn en el aludido Morgue y otros poemas. El cuaderno inicia con un texto titulado “Kleine Aster” (“Pequeño aster”) que representa la disección de un persona desconocida, que trabajaba en un camión de cervezas que, tras sufrir un incidente letal, se le efectúa una disección:
El cadáver del conductor
de un camión de cerveza
fue alzado sobre la camilla.
Alguien le había colocado entre los dientes
una pequeña flor
oscura — clara — lila.
Cuando le saqué el paladar y la lengua
desde el pecho
con un largo cuchillo
debajo de la piel
he debido rozarla
porque la flor se deslizó
hacia el cerebro vecino.
La guardé en el tórax
entre el aserrín
cuando lo cosían. (Benn, 1991, p. 3)
Los versos hieráticos y desprovistos aparentemente de emociones explican que alguien había puesto una flor entre los dientes. El significado alegórico de esta flor, de recónditos ecos en la poesía romántica, se convierte absolutamente en los versos de Benn, proporcionando valía a la topofilia -en este caso de un cadáver-, pues el aster deviene una flor funeraria que resbala de la boca cuando el forense parte el paladar de la víctima con un cuchillo, para terminar alojada en su cerebro (Martín, 2020).
Según Bachelard la topofila otorga un lugar de sosiego en donde el sujeto que lo habita se encuentra conforme, en este sentido el cuerpo sano es un espacio de tranquilidad, ahora bien, qué pasaría si la enfermedad invade este espacio. La topofilia se transforma y ya no es un rincón en el que se querría estar.
La enfermedad embiste este espacio de refugio y lo convierte en un lugar ajeno lleno de ruinas. Un enfermo es una casa embestida, donde el dolor, la debilidad y el malestar actúan como intrusos que rompen la armonía. La topofilia se disipa a medida que el cuerpo deja de ser un lugar de armonía para convertirse en un confinamiento, o una fuente de sufrimiento. Aquí el sujeto lírico ya no se siente en un lugar de ensueño; el cuerpo se vuelve extraño, un lugar que el ser anhela abandonar: “Preguntaste qué significa/ la aguja,/ cuál era el origen/ del dolor./ Pero el dolor/ no requiere de una herida./ La enfermedad no enseña,/ no es un instrumento de castigo./ Existe/ sin dirección/ sin propósito” (Mondragón, 2022, p. 44).
Mondragón dialoga con el destino y la enfermedad, para él el dolor no requiere de una herida, pues existen dos tipos de dolor en la topofilia del cuerpo: físico y psicológico donde la enfermedad se convierte en una lucha constante para sobrevivir.
Por otra parte, el cadáver representa el punto final de esta analogía: un lugar inhóspito. Es decir, el espacio físico del que el habitante ha partido definitivamente. En este estado, la topofilia no tiene objeto. El cuerpo deja de ser un espacio psíquico para alcanzar un ambiente objetual. La memoria que Bachelard asocia con una casa deshabitada se mantiene, pero ya no reside en el cuerpo mismo, sino en el recuerdo de quienes lo conocieron. El cadáver es la casa que ha perdido su alma poética y su cualidad de cosmos:
Toda la vida que tiene mi enfermo
se encuentra en dieciséis
respiraciones por minuto.
Ha firmado un papel
que me obliga a desconectarlo.
Mi dedo es el verdugo
que silencia los monitores.
El pecho se sacude un poco.
Solo eso. (Mondragón, 2022, p. 17)
En consecuencia, el cuerpo enfermo y su sumun, el cadáver, se transforman en una explícita topofilia; así también el espacio hospitalario, esa casa en la que nadie desea estar y donde se encuentran estos sujetos líricos. Para Saona (2023) la poesía debe desgarrar el silencio de la enfermedad para que la experiencia subjetiva del dolor pueda ser articulada, neutralizando así la objetivación del organismo que domina el lenguaje médico.
EL ESPACIO ÍNTIMO: EL HOSPITAL Y EL CUERPO ENFERMO
Alamillo (2019) aduce que la patología opera como un impulso que reconfigura la subjetividad en el sujeto lírico. En este proceso, los enfermos se transforman en el espacio de la enunciación, dicho de otro modo, el hablante lírico surge directamente de la vulnerabilidad y el dolor físico. La tesis clasifica a la patología no como un simple asunto temático, sino como la condición material que determina el discurso mismo. En Mondragón la catalogación médica de la patología se invierte poéticamente: la objetividad de la enfermedad se encauza hacia el origen de una subjetividad radicalmente nueva y doliente.
De acuerdo con Lespada (2023), quien examina un corpus lírico perteneciente a Olga Orozco, la descripción del cuerpo y la patología se manifiestan en una dinámica de movimiento y proyección constante. El crítico recalca que los elementos poéticos interactúan sobre el espacio, transmutándolo vivamente mediante gestos e imágenes que modifican su extensión al obligarlo a plegarse o expandirse. Esta apertura cósmica no es solo un recurso estilístico, sino una representación de entender el espacio no como un contenedor neutral, sino como un ente flexible por la experiencia subjetiva y el lenguaje.
Según Embeita (1976), el espacio en la poesía se convierte en un estado del alma y en una “proyección del interior del hablante lírico” (p. 718). La topografía se utiliza como un conjunto de simbologías que representan la psique del poeta, lo que facilita entender al espacio hospitalario el como un lugar de la memoria que fulgura la superficie espiritual del sujeto lírico.
Si se toma como referencia la casa como un espacio íntimo, el entorno hospitalario junto con el cuerpo enfermo devienen el sitio más íntimo y vulnerable en la obra de Mondragón. Por un lado, el espacio hospitalario como refugio precario, un lugar de esperanza y fragilidad, donde el enfermo se encuentra en una etapa de introspección impuesta, dicho de otra forma, el espacio se moldea y toma otra perspectiva distinta a la Bachelard: “Toda enfermedad, toda herida, es una transgresión de las fronteras del espacio corporal, más o menos dolorosa y más o menos profunda, que abre el espacio clausurado del cuerpo” (León, 2012, p. 53).
Mondragón al encontrarse en un espacio hospitalario su principal fuente narrativa son: el cuerpo humano, los órganos y las funciones biológicas y todos los objetos que hay en ese lugar. Y como si fuera su propia casa de la cual siempre busca salir dialoga consigo mismo y sus pacientes sobre el dolor y las patologías.
Delgado (1998) establece que la literatura forma una imagen telúrica al incorporar el topoanálisis como elemento fundamental, traduciéndolo en una visión cosmológica que vincula intrínsecamente el paisaje con la dimensión interior del hombre. Este vínculo admite, en el análisis poético, que un espacio físico como el hospital se convierta en una proyección del cuerpo y del cosmos.
Por lo tanto, el espacio hospitalario se erige como la antítesis de la casa en el sentido bachelardiano, puesto que no se observa como un contexto elegido ni construido para la intimidad, sino impuesto por la enfermedad. Por ende, carece de esa topofilia natural que se siente por el hogar. Es un espacio que, en lugar de proteger, de ser un refugio, muestra la debilidad del ser, dicho de otro modo, el espacio hospitalario se muestra como un lugar de inquietud y dolor, donde la paz es solo una fría esperanza. En palabras de Bachelard:
En esas condiciones, si nos preguntaran cuál es el beneficio más precioso de la casa, diríamos: la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz: toda morada debe ser el lugar donde el hombre encuentra la quietud y la paz. (Bachelard, 1957, p. 29)
La lógica bachelardiana del dentro y del fuera también se invierte en el espacio hospitalario. Mientras que la casa ofrece un dentro seguro contra el fuera del mundo, el espacio hospitalario se convierte en un dentro que encierra la patología humana y la fragilidad, apartado de la vida normal que transcurre en el fuera.
Cantú (2011) determina el espacio hospitalario como un lugar de purificación lírica contemporánea, donde la crisis del cuerpo genera una crisis del lenguaje que impulsa al hablante lírico a una experiencia trascendente. Los cercos del hospital no amparan la intimidad, sino que marcan un límite entre la salud y la patología. Las ventanas de los hospitales, a diferencia de la de la casa que conecta con el fuera, a menudo aleja, recordando aquella situación de cautivo.
Escucho sus huesos detenerse.
Las bombas de infusión
brillan y parpadean como ojos,
inyectan en el brazo la dosis de alivio.
Le digo: no hay más por hacer.
Solo esperar.
La madre mira el pecho de su hijo
subir y descender.
Ha llegado a ese punto.
La eternidad cabe entre dos latidos.
Me dice que no entiende.
No es esperanza lo que busca
sino, más bien, una certeza.
Un ancla donde asegurarse
o que acabe de hundirla.
Hay que esperar, le digo. (Mondragón, 2022, p. 31)
El espacio hospitalario en esta pieza se convierte en un lugar de transición donde el tiempo parece congelarse. Este poema captura la esperanza: un ancla del que todos los sujetos líricos quieren aferrarse. En este lugar el tiempo no avanza y cada latido del paciente es incierto. La madre quien acompaña a su hijo solo busca salir de ese espacio de angustia y regresar al espacio de paz y armonía que nos menciona Bachelard. El poema termina con palabras esperar, es decir, hace hincapié en la desgracia y la extenuación de todos los implicados en este espacio ya inerte.
Albaladejo (2014) sostiene que un espacio inerte se convierte en un lugar poético cuando la experiencia, la imaginación y la memoria humana lo atraviesan, dotándolo de valores existenciales. Este concepto muestra una crucial fuente de estudio para la geocrítica, manifiesta que la literatura tiene el poder de transfigurar el cosmos, interpretarla y darle un nuevo significado subjetivo, fundamental para reflexionar sobre la resignificación poética del espacio hospitalario.
A pesar de la frigidez del espacio hospitalario, el enfermo pretende crear su propio rincón de intimidad. Este espacio está sujeto al lecho, a la mesilla de noche, a los pocos objetos personales permitidos y a añorar su vida pasada en otro lugar distinto y lejano donde quizá todo era ensoñación. Por lo tanto, en este pequeño refugio hospitalario, el ensueño bachelardiano se transmuta, no precisamente en uno de armonía y seguridad, sino en una reflexión sobre el cuerpo y la vida. Es en este rincón donde no solo el paciente se afronta a sus miedos y esperanzas, sino también sus familiares (el cuidador), asimismo, el doctor, que en este caso es un hablante lírico en una lucha constante por salvarlos. Bachelard (2022) afirma que “el rincón es la primera geografía del ser” (p. 133), y en el hospital este rincón se convierte en la única geografía real del paciente. Así, el hospital, aunque carece de la cualidad poética de la casa, genera una nueva poética, una del sufrimiento, la espera y la resiliencia en un espacio prestado y efímero.
Duermen el sueño de los justos.
Les presto mis ojos para cuidarlos.
No fue un día fácil:
miradas perplejas,
noticias de difícil digestión.
Pero la noche ofrece una tregua
y ahora el tiempo cae a gotas.
En cada habitación, tres enfermos
y tres cuidadores.
Y aunque comparten el mismo espacio
nadie podría decir que duermen juntos.
Cada par se duele a su manera.
miro a los dos primeros.
Enfermo y cuidador se quedaron dormidos
mientras se tomaban de la mano.
Es tan poco lo que hace falta para ser una casa.
Apenas estar lado a lado.
Tocarse. (Mondragón, 2022, p. 19)
En este rincón hospitalario, un lugar que, como se mencionó anteriormente, se establece como antítesis de la casa. Es un espacio de miradas perplejas y noticias difíciles. Sin embargo, en medio de esta hostilidad, la noche ofrece una tregua, un respiro que permite la ensoñación y la intimidad. Mondragón no se enfoca en la arquitectura fría, sino en el tiempo que cae a gotas, una percepción subjetiva que revela un estado de meditación y flaqueza.
Potter (2009) entiende a la noche como el tiempo poético que favorece la aparición del “espacio cenestésico” (p. 4) (una percepción interna que permite reflexionar sobre la existencia). El silencio y la oscuridad que acompañan a la noche anulan la vista y fuerzan al sujeto a percibir su espacio mediante la reminiscencia y la sensación física. Este cambio sensorial estimula una disolución de los límites entre el sujeto y el espacio. De esta manera, el espacio hospitalario se transforma en un laberinto onírico y en un ambiente de soledad donde la conciencia, el cuerpo y el espacio se unifican.
A continuación, se citan los versos clave : “Es tan poco lo que hace falta para ser una casa./ Apenas estar lado a lado./ Tocarse.” (p. 19). Aquí se subvierte la definición de Bachelard: la casa no como un edificio de paredes, techo; un rincón, sino en su esencia más pura: la conexión humana. La topofilia ha cambiado ya no es un lugar tangible, sino una conexión sentimental entre el enfermo y su familia.
Según Herrera (2023) menciona que la poesía provee un espacio de ironía sobre el país y sus carencias, esto quiere decir que los poemas de Cuadernos… no solo describe la patología, sino que también aloja un anhelo de sobrevivir en medio de tanta adversidad.
En este sentido el poema mencionado anteriormente muestra dos cuerpos, el del enfermo y el cuidador. Cada uno es un espacio que se duele a su manera, lo que refleja la ruptura de la topofilia con el cuerpo enfermo y la vulnerabilidad del cuidador. No obstante, al tomarse de la mano en el sueño sus cuerpos individuales se funden, creando un nuevo espacio íntimo. Este pequeño suceso de contacto se transforma en la raíz de un hogar improvisado, un lugar fundado por el afecto recíproco que redefine el dentro frente al fuera del hospital, una esperanza latente de tenacidad.
Se podría decir que el poema es una reflexión profunda sobre cómo el afecto y el vínculo humano pueden convertir el espacio hospitalario y cualquier lugar, por más inhóspito y hostil que sea, en un hogar. Los versos de Mondragón demuestran que la poética del espacio no solamente reside en los objetos o la arquitectura, sino en la capacidad humana de crear intimidad y refugio a través de la empatía y el contacto.
LA DIALÉCTICA DEL DENTRO Y DEL FUERA
Bruton (1986), basándose en la hipótesis de Bachelard, establece al espacio poético como aquel que la imaginación humaniza y otorga de valor protector, siendo capaz de defenderse de los espacios adversos. En este sentido, un lugar capturado por la conciencia poética deja de ser un espacio indiferente para tornarse en una entidad cargada de valores imaginados y subjetivos, clave para el análisis de cualquier ambiente (del dentro y del fuera), incluido el hospitalario.
Según Concha (1975) menciona que el sujeto lirico en el hospital entra en un estado de meditación sobre la vida y la muerte, por lo tanto, el espacio hospitalario no solo es una descripción del confinamiento y de lo que hay alrededor sino una psicología del personaje poético sobre el existencialismo.
Ahora bien, el confinamiento fuerza al sujeto a encarar la realidad de su finitud de manera intensa y personal. Aplicado a Cuadernos…, este concepto sustenta que el hospital y la enfermedad se trazan como el escenario de la disolución donde la poesía emerge como el único medio para nombrar, registrar y, paradójicamente, recomponer la identidad amenazada.
En Bachelard, el adentro de la casa es el refugio de la imaginación frente al exterior. En Mondragón, esta dialéctica se manifiesta en varios niveles: en primer lugar, el cuerpo como interior; aquí los poemas exploran la vida que ocurre dentro de la piel: la circulación de la sangre, los latidos del corazón, los procesos de la enfermedad. Este interior es un espacio de vulnerabilidad y misterio, un universo personal.
Según Fernández (2023), el sufrimiento corporal actúa como un catalizador contundente que desintegra el universo de lo real que percibe el individuo. Esta desestructuración del ámbito vital no solo implica una pérdida, sino que compulsa a la voz lírica a reorganizar o inventar un nuevo sistema para dotar de coherencia a su experiencia. (p. 210).
Por lo tanto, la “patología humana” del título es vista desde el exterior, desde la perspectiva clínica del médico. La poesía de Mondragón equilibra la experiencia vivida (el dentro) con la observación científica (el fuera), mostrando la tensión entre ambos mundos. La bata médica y los instrumentos quirúrgicos como puertas y ventanas que permiten al poeta entrar y salir de este espacio de dolor, de esta nueva articulación de la realidad:
Desechar jeringas, guantes y errores.
Acomodar los rostros en bolsas de basura
para no llevarlos conmigo a casa.
Miro a mi alrededor. Todo me cerca.
Llevo por dentro habitaciones
repletas, donde alguien
camina arrastrando los pies.
Finísimas agujas atraviesan el aire,
bolsas de suero cuelgan como ubres.
¿En qué ojos buscar una gota
para la sed?
¿Dónde humedecer una gasa
para sorber desesperado?
El tiempo gira, loco,
sobre sí mismo.
El tiempo que me deja.
¿Qué palabra decir entonces?
¿Qué consuelo queda para nadie
si la vida nos hace desafiarla en su juego
y al mismo tiempo
no admite ningún sobreviviente? (Mondragón, 2022, p. 47)
El poema comienza con un acto que restablece la dialéctica del dentro y del fuera de Bachelard: “Desechar jeringas,/ guantes y errores./ Acomodar los/ rostros en bolsas de basura/ para no llevarlos/ conmigo a casa” (p. 47). El poeta intenta separar el dentro del hogar del fuera del hospital. Sin embargo, este intento es un fracaso, lo que revela la fractura de la dialéctica. La línea versal: “Todo me cerca” muestra que el exterior del hospital no se queda en el hospital; el fuera de la enfermedad lo ha invadido todo.
Guerrero (2010) establece que la voz lírica, al encarar una realidad presente desolada y sumida en una crisis de la existencia, opta por redefinir sus recuerdos y el escenario del pasado en una dimensión espectral o etérea. Este ambiente fantasmal, que resulta del trauma y la angustia, se convierte, paradójicamente, en el escenario más fértil e idóneo para la producción de la obra poética.
Por lo tanto, la topofilia en Cuadernos… se ha perdido por completo. El poeta ya no habita un cuerpo devenido refugio. El cuerpo se ha trasformado en una casa repleta de la enfermedad y el sufrimiento de otros. La imagen de “alguien/ camina arrastrando los pies” (p. 47) es la de una presencia ajena que contamina el espacio íntimo, haciendo que el poeta se sienta extrañado en su propio cuerpo, pues su casa ya no le pertenece.
La noción de Bachelard de la casa como locación de ensoñación y quietud se desintegra por completo en este poema. Las “finísimas agujas” y las “bolsas de suero” son la antítesis de la poesía del espacio. El tiempo no fluye tranquilamente, sino que “gira,/ loco,/ sobre sí mismo” (p. 47). El tiempo es una entidad que lo abandona, no un aliado que le permite soñar.
González (2009) establece que el poeta se erige como el guardián único de la memoria y la valía original de un lugar, transformándose en un testigo de aquello que se ha desvanecido. Al asumir esta tarea, la expresión lírica posibilita una restauración de naturaleza simbólica del espacio. Este poder se demuestra incluso cuando el poema lo presenta como un lugar condenado a la devastación, afianzando así la potestad de la lírica para devolver la cualidad sagrada al sitio en la conciencia colectiva.
En este sentido el poeta busca consuelo y refugio, una “gota para la sed” o una “gasa”, equivalentes a la calidez de un hogar. Pero la pregunta retórica “¿Qué consuelo/ queda para nadie/ si la vida nos/ hace desafiarla... y no admite ningún/ sobreviviente?” (p. 47) revela que no hay refugio alguno, ni en el cuerpo, ni en el hogar, ni en el tiempo. La poética de este espacio es la de la desesperación.
Mientras, Jaén-Águila (2022) señala que el ejercicio poético se concentra en conectar la vivencia subjetiva del individuo con el plano de la condición humana universal. El autor añade que esta labor es inseparable de la necesidad de exponer los aspectos más específicos de una situación sin que estos pierdan su complejidad inherente. Esta definición es una base teórica sólida para explicar cómo la poesía de Mondragón transforma las patologías humanas específicas en un testimonio estético y filosófico sobre el dolor y la existencia
EL RINCÓN Y EL CAJÓN: ÓRGANOS Y RECUERDOS
Montenegro (2014) enfatiza en que la poesía actúa como un puente para la reconciliación entre el ser humano y el espacio, permitiendo comprender un entorno lleno de sensaciones. En este proceso, el lenguaje poético no solo evoca la memoria, sino que activamente edifica una ciudad alterna o realidad paralela, capaz de albergar la dualidad de la vida y la muerte, por lo tanto, resulta esencial para el análisis de cualquier espacio que, como el hospital, concentra la experiencia de la patología humana.
Por otra parte, según Zamuner et al. (2006) menciona que el espacio hospitalario opera como un lugar de reclusión forzada que priva del espacio armónico, en tal sentido el cuerpo y la mente se transforman y llegan a ser objeto de estudio de los médicos, se podría decir que ese espacio ya no les pertenece.
El rincón proporciona un refugio voluntario menciona Bachelard, no obstante, en Cuadernos… se rompe y se transforma en una reclusión, dicho de otro modo, el enfermo se forzado a enfrentarse con la muerte o la recuperación, y ya no es espacio de ensoñación, sino una meditación de supervivencia.
El personal médico explora rincones ocultos con tecnología y procedimientos, revelando las verdades que la vida ha escondido en su interior. La luz fría de un quirófano o la imagen de una resonancia magnética despojan al rincón de toda cualidad poética, mostrándolo como un espacio de patología que necesita ser confrontado: “Perdone que lo levante, le toca su pastilla./ Los despertadores lanzan una queja de dolor./ De cuartos donde apenas hay espacio/ para el sueño/ emergen limpias y ordenadas enfermeras” (Mondragón, 2022, p. 47).
Garrido-Donoso (2017) sostiene que la enfermedad, al desmantelar el lenguaje cotidiano, obliga a la palabra poética a nombrar la nueva realidad corporal y dotar de sentido a la crisis que de otra forma sería indecible. Por su parte, para Foffani (2008) el espacio hospitalario se transforma por la poesía, donde la máquina metafórica desplaza los datos referenciales para construir una alegoría del sentido.
Los cajones de Bachelard guardan tesoros personales. En los cajones del hospital se guardan recuerdos de muerte, es decir historias clínicas de sujetos líricos que intentaron sobrevivir. Cada cajón contiene el recuerdo de patologías humanas. Según Martínez (2011) reflexiona sobre la memoria, la confrontación y el desastre, puesto que es fundamental para que se cree el sujeto lírico. En este proceso, la lírica actúa como una fuerza de resistencia que se rebela contra el paso del tiempo, logrando devolver al espacio su valor de misterio trascendente.
Desde una perspectiva más lúgubre, referente a los cajones en el poemario de Mondragón se materializa en los espacios del hospital en donde se encuentran los sujetos líricos en una etapa final de sus vidas, como la morgue o los almacenes de muestras biológicas del hospital. Estos espacios sirven como un depósito de vestigios de la enfermedad (órganos extirpados, huesos, sangre o biopsia de tejidos). De modo que aquí la subjetividad de la nostalgia es reemplazada por la objetividad del estudio científico. El recuerdo del sufrimiento queda registrado y confinado en rótulos y contenedores, en este caso en, la literatura, en los poemas de Mondragón, como evidencias sombrías de una trayectoria vital que ha terminado:
Al morir, lo primero que se transforma es el color. El rubor de las mejillas cambia por la palidez del hueso. Un presagio de lo que viene. Al rojo que se asienta al fondo del cadáver se le llama livor mortis. Cuando no hay nada que lo absorba, el rojo es jalado por la gravedad. La tierra busca hundirlo. Regresarlo a su centro quemante. (Mondragón, 2022, p. 34)
El autor transforma la fatalidad biológica en una experiencia espiritual, dotando a un detalle físico de la muerte de un destino metafísico y telúrico, haciendo que el cuerpo se fusione con el universo a través del color y la gravedad.
Para finalizar, según Guzmán (2010) la poesía archiva las etapas de padecimientos en el hospital, un espacio distinto a lo común, por lo tanto, Mondragón archivó en su libro este espacio en el que nadie desea estar, logrando descifrar lo recóndito de los humanos.
CONCLUSIONES
Bachelard propone un espacio poético basado en la paz y la armonía, un lugar de ensueño lleno de recuerdos y añoranzas en donde el sujeto se siente libre, sin embargo, en Cuadernos de Patología humana de Orlando Mondragón se rompe esta estructura y se convierte en un espacio de confinamiento en el que nadie quiere estar, puesto que la enfermedad interrumpe esta calma.
Asimismo, Mondragón crea dos topofilias primordiales en su libro, primero el espacio del cuerpo enfermo, luego el espacio hospitalario. Se pudo evidenciar que al igual Gottfried Benn, la poesía de Mondragón indaga el cuerpo enfermo para transformarlo en un lugar lleno de significados emocionales que incluso en la enfermada o en la muerte podemos apreciar el arte literario.
Bachelard describe al dentro como un lugar seguro que tiene una barrera protectora, no obstante, el dentro en Mondragón tiene cerrojos imposibles de romper y que todos los sujetos liricos del libro intentan romper, es decir se invierten estos conceptos. El paciente quiere salir al mundo exterior en donde hay armonía, espacio que anhela estar.
El “rincón” ya no es un lugar pacífico para soñar, sino una habitación de confinamiento forzado y reflexión dolorosa. El “cajón” no es un contenedor de recuerdos sentimentales, sino un archivo clínico en este caso Cuadernos… que son expedientes médicos, diagnósticos e incluso restos corporales, que refleja una memoria fría y objetiva de las patologías en lugar de una nostálgica.
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Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
Declaración de responsabilidad de autoría
Stan Estalyn Herrera Vilema: Autor principal, Conceptualización, Análisis formal, Investigación, Metodología, Administración de proyectos, Recursos, Validación, Visualización, Redacción - borrador original, Redacción.
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Los autores agradecen el apoyo brindado por los coordinadores y docentes de la Maestría en Educación Mención Lingüística y Literatura de la UNEMI, que ofrecieron asesoría durante el proceso de investigación y revisaron críticamente los resultados, pero no son responsables de los mismos.