Maestro y Sociedad e-ISSN 1815-4867

Volumen 21 Número 2 Año 2024

Artículo original

Senderos, leyendas y memoria: una mirada etnográfica al oficio del arriero en la ruta Sígsig-Gualaquiza, Ecuador

Paths, legends, and memory: an ethnographic perspective on the trade of muleteers along the Sígsig-Gualaquiza route, Ecuador

Nelly Méndez Carchi 1, https://orcid.org/0000-0002-2186-2879

Lennin Mendieta Cabrera 2, https://orcid.org/0000-0001-6821-4994

Fausto Fabricio Quichimbo Saquichagua *3, https://orcid.org/0000-0001-7066-5655

Kajekai Juwa Tuntuam Klever 4, https://orcid.org/0000-0002-2723-9850

1, 2 Colegio de Michoacán- Centro de Estudios Arqueológicos, México

3, 4 Universidad Nacional de Educación, Ecuador

*Autor para correspondencia. email: fausto.quichi@gmail.com

Para citar este artículo: Méndez Carchi, N., Mendieta Cabrera, L., Quichimbo Saquichagua, F. F. y Tuntuam Klever, K. J. (2024). Senderos, leyendas y memoria: una mirada etnográfica al oficio del arriero en la ruta Sigsig-Gualaquiza, Ecuador. Maestro y Sociedad, 21(2), 899-909. https://maestroysociedad.uo.edu.cu

RESUMEN

Introducción: Este artículo tiene como objetivo analizar la intersección de la memoria, la identidad y la geografía en el marco de la arriería en Ecuador, enfatizando la importancia de la oralidad. Se considera la memoria como una manifestación viva, intrínsecamente ligada a espacios sociales cargados de significados y perspectivas culturales. La oralidad emerge como un mecanismo clave para la conservación de la memoria colectiva y la identidad de las comunidades, enriqueciéndose a través del tiempo. Materiales y Métodos: El estudio adopta un enfoque cualitativo dentro del paradigma hermenéutico-interpretativo desde un acercamiento etnográfico. Este estudio se vale de entrevistas semiestructuradas y observación participante, complementadas con técnicas geográficas. Entre los principales resultados se destaca que, las narrativas, cargadas de elementos mitológicos y de temor, no solo modelaron la existencia de los arrieros, sino que también fortalecieron la tradición oral de los pueblos, subrayando la interacción dinámica entre memoria, identidad y geografía. Resultados: Al analizar la cotidianidad del arriero, es posible apreciar un conjunto de conocimientos y materialidades intrínsecos a su labor. La necesidad de un animal de carga y la utilización de utensilios específicos para cada tipo de carga y terreno, revelan la complejidad inherente a su trabajo. Discusión: En el ámbito inmaterial, las leyendas y narrativas, transmitidas de generación en generación, constituyen una parte fundamental de su oficio. Estas historias no solo son testimonio de la persistencia de ciertos saberes, sino que también juegan un papel crucial desde su valor simbólico y como mecanismos de regulación social. Este entramado de conocimientos y prácticas culturales específicas, enriquece y complejiza la comprensión de la arriería como una actividad con profundas raíces culturales. Conclusiones: La investigación concluye que la arriería, una profesión tradicional que históricamente conectaba distintas regiones de Ecuador mediante rutas clave como la de Sígsig-Gualaquiza, no solo enfrentaba desafíos físicos y sociales, sino que también estaba inmersa en un rico tejido de leyendas locales.

Palabras clave: arrieros, caminos, identidad, leyendas, memoria.

ABSTRACT

Introduction: This article aims to analyze the intersection of memory, identity and geography in the framework of the mule industry in Ecuador, emphasizing the importance of orality. Memory is considered as a living manifestation, intrinsically linked to social spaces loaded with cultural meanings and perspectives. Orality emerges as a key mechanism for the conservation of collective memory and community identity, enriching itself over time. Materials and Methods: The study adopts a qualitative approach within the hermeneutic-interpretive paradigm from an ethnographic approach. This study uses semi-structured interviews and participant observation, complemented by geographical techniques. Among the main results, it stands out that the narratives, loaded with mythological and fear elements, not only modeled the existence of the muleteers, but also strengthened the oral tradition of the towns, highlighting the dynamic interaction between memory, identity and geography. Results: When analyzing the daily life of the muleteer, it is possible to appreciate a set of knowledge and materialities intrinsic to his work. The need for a pack animal and the use of specific utensils for each type of load and terrain reveal the complexity inherent in its work. Discussion: In the immaterial sphere, legends and narratives, transmitted from generation to generation, constitute a fundamental part of his craft. These stories not only testify to the persistence of certain knowledge, but also play a crucial role in terms of their symbolic value and as mechanisms of social regulation. This network of knowledge and specific cultural practices enriches and complicates the understanding of mule driving as an activity with deep cultural roots. Conclusions: The research concludes that the mule trade, a traditional profession that historically connected different regions of Ecuador through key routes such as the Sígsig-Gualaquiza route, not only faced physical and social challenges, but was also immersed in a rich fabric of local legends.

Keywords: muleteers, roads, identity, legends, memory.

Recibido: 6/1/2024 Aprobado: 15/3/2024

Introducción

Los conocimientos y saberes de los pueblos y comunidades representan un vasto legado de tradiciones y prácticas que han moldeado su identidad a lo largo de los años. Estos saberes, transmitidos de generación en generación, han experimentado cambios y transformaciones debido a diversas causas, reflejando la naturaleza dinámica de la cultura. A medida que evolucionan, ciertas conductas y conocimientos tradicionales se modifican de manera irreversible, quedando relegados a la memoria de aquellos que vivieron conforme a estos modos de vida en contextos específicos. Por ello, resulta crucial revitalizar estos conocimientos y saberes, pues encarnan expresiones únicas de vivencias y cosmovisiones que enfrentan el riesgo de desaparecer.

La arriería, un oficio que jugó un papel crucial en la conexión y dinamización del comercio en el Ecuador rural, enfrenta hoy una realidad de obsolescencia económica. En tiempos pasados, los arrieros, acompañados de animales de carga, recorrían extensas rutas prehispánicas y coloniales para distribuir mercancías y productos entre diversos pueblos y comunidades. Esta práctica no solo facilitó el intercambio interno, sino que también fortaleció los lazos entre distintas regiones. Sin embargo, el avance inexorable del tiempo y la evolución de los medios de transporte han relegado la arriería a un recuerdo nostálgico, preservado únicamente en las memorias de aquellos que alguna vez ejercieron este noble oficio.

Este estudio se enfoca en la ruta arriera Sigsig-Gualaquiza, aprovechando las capacidades que ofrece la etnografía para documentar minuciosamente los recorridos efectuados, la naturaleza de las transacciones comerciales, y los bienes intercambiados entre los diversos asentamientos. Se hace énfasis en las adversidades y desafíos enfrentados por los viajeros, así como el equipamiento esencial requerido para su empeño. También, en el conjunto de percepciones, historias y el imaginario social que los residentes de estas áreas han tejido en torno a esta ruta, lo que añade una rica dimensión cultural a nuestro entendimiento de estas prácticas comerciales históricas.

El presente estudio se enfoca en analizar la intersección de la memoria, la identidad y la geografía en el marco de la arriería en Ecuador, enfatizando la importancia de la oralidad. Esto con el fin de revitalizar y recopilar la valiosa memoria histórica de una actividad que, a pesar de su relevancia en el pasado, ha sido poco estudiada en la actualidad. Para este cometido, se apoya de relatos y entrevistas con individuos que estuvieron directamente vinculados a esta labor durante la segunda mitad del siglo XX. Estas personas, consideradas hoy en día como los últimos portavoces de la arriería en sus respectivas localidades, ofrecen una perspectiva única e invaluable. Con este esfuerzo, se aspira a difundir y reconocer el papel fundamental que la arriería desempeñó en diversas manifestaciones socioculturales y socioeconómicas, subrayando su importancia en la historia y el desarrollo de estas comunidades.

La memoria y los lugares de la memoria

Dentro del ámbito académico y social, la memoria se entiende no solo como un fenómeno individual, sino como un elemento intrínsecamente ligado a la construcción de identidades colectivas. Según Jelin (2002), la memoria adquiere relevancia en contextos sociales que están cargados de valores y perspectivas particulares, lo que permite moldear las maneras en que se perciben tanto el pasado como el presente. Este entrelazado de memorias individuales, en constante flujo, diálogo y fricciones, da lugar a la creación de códigos culturales que son compartidos y reconocidos dentro de una comunidad. Por otra parte, Ricoeur (1999), plantea que la memoria, desde una perspectiva social, actúa como un registro de los eventos significativos que han marcado la historia de un grupo, invocando una representación colectiva de momentos compartidos, que se manifiestan a través de tradiciones. Así, la memoria se erige como un fenómeno dinámico y vivo, capaz de conformar y reconfigurar los elementos que se arraigan en los imaginarios sociales, evidenciando su capacidad de adaptación y transformación continua.

La memoria es la vida, siempre encarnada por grupos vivientes y en ese sentido, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia, inconsciente de sus deformaciones sucesivas, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, capaz de largas latencias y repentinas revitalizaciones (Nora, 2008, p.21). La memoria, como expresión viva de nuestras culturas, está inherentemente sujeta a la dinámica del cambio y al fenómeno de la pérdida. Esta realidad nos enfrenta al riesgo de desconocer un vasto universo de manifestaciones que han dado forma a la existencia de diversas comunidades. Según Toledo (2009), la memoria se forja en el entramado de creencias, conocimientos, prácticas y experiencias cotidianas, imbuidas de valor y significado, elementos que constituyen la esencia de la sabiduría local. En un sentido complementario, Gili (2010) sostiene que la memoria no solo preserva el significado de nuestro pasado y presente, sino que también es fundamental en la construcción de la identidad de colectividades o individuos. Cabe destacar, sin embargo, que el olvido también juega un papel crucial en el proceso mnemónico, revelando así la complejidad de nuestra relación con el tiempo y nuestra propia historia.

La interacción entre memoria, espacio y tiempo, como señalan Colmeiro (2001) y Halbwachs (2004), es fundamental para entender cómo se ancla y perpetúa la memoria colectiva. Esta sujeción al olvido implica que la memoria necesita de la materialidad del espacio para arraigarse y ser recordada, permitiendo que el pasado dialogue con el presente y que las narrativas vivas adquieran significado. Además, la capacidad de anclar la memoria en un espacio y su vinculación a través del tiempo y del lenguaje, destacada por Halbwachs, subraya la importancia de estos elementos en la perpetuación de narrativas que son tanto cambiantes como vivas. Estas dimensiones, al entrelazarse, conforman el vasto y diverso plano memorístico que refleja la complejidad de los grupos humanos que lo mantienen vivo. En este contexto, la memoria se revela como un ente dinámico que, dependiendo de su interacción con el espacio, el tiempo y el lenguaje, vive, se transforma y, eventualmente, muere.

Cuando las narrativas corren el riesgo de no ser perpetuadas en la memoria colectiva, los "Lugares de la Memoria" propuestos por Nora (2008), desempeñan un papel crucial. Estos espacios, tanto materiales como simbólicos, sirven como puentes entre la memoria y la historia, facilitando la rememoración del pasado y la reafirmación de una identidad colectiva en el presente. A medida que la memoria tradicional se desvanece, estos lugares adquieren un valor histórico aún mayor, transformándose en sitios de conmemoración colectiva. Lo que en su momento fueron testigos de otra época, ahora se convierten en custodios de la historia, perpetuando conocimientos y experiencias. En este contexto, la frase de Nora, "es la memoria la que dicta y la historia la que escribe", cobra un significado profundo, resaltando la interdependencia entre la memoria colectiva y la narrativa histórica.

La oralidad en la transmisión de saberes

La tradición oral, con su pasado milenario, ha servido como un canal primordial para la transmisión de conocimientos a lo largo de las épocas. Esta forma de conservación de saberes, que se ha mantenido viva de generación en generación, constituye un pilar fundamental en la identidad cultural de los pueblos. A pesar de su capacidad para perdurar en el tiempo, es importante reconocer que estas manifestaciones culturales están expuestas a transformaciones y al riesgo del olvido, lo que plantea desafíos significativos para su preservación (Montoya, 2019).

Entones, la tradición oral constituye un pilar fundamental en la preservación y transmisión de la cultura, siendo un vehículo a través del cual las historias, leyendas, conocimientos y saberes se pasan de generación en generación. Esta práctica, enraizada en la narrativa y la escenificación de la memoria, no solo permite que el relato individual adquiera un valor inestimable, sino que también fomenta la identidad y el sentido de pertenencia dentro de una comunidad.

Caracterizada por su naturaleza dinámica, la oralidad se transforma y enriquece continuamente, tejiendo lazos sociales y fortaleciendo el tejido cultural a través de la compartición de signos, leyendas, fábulas y folklore. De esta manera, no solo se crean imágenes vívidas en la mente de los oyentes, sino que se contribuye a la perpetuación de una rica herencia cultural (Rodríguez, 2011). Así, la oralidad, como modalidad de comunicación, trasciende la mera transmisión de mensajes para incorporar una rica amalgama de emociones, lenguaje, percepciones de tiempo y espacio, así como diversos productos culturales. Esta no se limita a ser una simple práctica, sino que constituye una experiencia vivencial y un evento participativo.

En la línea de pensamiento de Vich y Zavala (2004), la oralidad adquiere un significado especial no solo por el contenido del mensaje, sino también por el contexto de transmisión y la dinámica de interacción entre los interlocutores. En este sentido, se convierte en un fenómeno complejo que refleja y construye la realidad social y cultural de las comunidades. A decir de Ong (1987), desempeña un papel fundamental en la transmisión de conocimientos, actuando como un vehículo a través del cual las historias de acción humana se narran, se guardan, se organizan y se comunican. Esta capacidad de relatar no solo permite a los individuos recordar y describir los lugares por los que transitan y las acciones que realizan, sino que también facilita la generación y el compartimiento de recuerdos y segmentos de su imaginario (Ong, 1987). De esta manera, la oralidad se convierte en una fuente invaluable de conocimiento, evidenciando la importancia de las narrativas en la construcción y preservación de la cultura y la historia humanas.

Materiales y Métodos

La investigación adopta una perspectiva etnográfica “en su triple acepción de enfoque, método y texto (Guber, 2011, p.16). Es decir, no se limita a la mera documentación del objeto empírico de estudio —ya sea un pueblo, cultura o sociedad—, sino que se adentra en la elaboración de una interpretación-descripción de las observaciones directas del investigador. En este sentido, una etnografía no solo refleja la realidad observada, sino que también presenta una interpretación crítica y problematizada del investigador sobre algún aspecto específico de la realidad de la acción humana, ofreciendo así una visión profunda y reflexiva sobre el objeto de estudio —en el caso que nos concierta, los arrieros—.

La entrevista semiestructurada y la observación fueron técnicas utilizadas para el levantamiento de información. La primera como una estrategia para que las personas hablen sobre lo que saben, piensan y creen. Así, esta técnica posibilita una lectura, comprensión y análisis de los entrevistados en sus contextos y situaciones sociales; siendo asimismo generadora de situaciones y actos de comunicación. Proceso que fue acompañado del correspondiente registro escrito, visual o sonoro, según las particularidades suscitadas dentro de la práctica etnográfica (Guber 2011; Restrepo 2018).

Dentro de esta investigación, se pudo entrevistar en el cantón Sígsig a cinco personas que estuvieron involucradas en el oficio de arriería, entre ellos tres arrieros que laboraron entre la década de los 50 hasta inicios del siglo XXI. También, se entrevistó a un guarda de estanco, que durante esta época fueron los encargados del control y el tránsito, así como el decomiso de los productos de contrabando.

Resultados

El sendero Sígsig-Gualaquiza

La ruta Sígsig-Gualaquiza ha desempeñado un papel crucial en el desarrollo e integración de las regiones de la Sierra y la Amazonía ecuatoriana, gracias a su posición estratégica. Esta vía facilitó el intercambio de información, productos y capital financiero entre ambas zonas, permitiendo una comunicación y un comercio eficientes en un lapso temporal relativamente breve, aproximadamente tres días, dependiendo de variables como las condiciones climáticas y la naturaleza de la carga transportada, que incluía alimentos, bebidas alcohólicas, tabaco, correspondencia y dinero. En este contexto, la importancia de esta ruta radica en su capacidad para conectar dos ecosistemas y comunidades distintas, fomentando así el desarrollo socioeconómico y cultural de la región.

La frecuencia con la que los arrieros emprendían sus rutas estaba intrínsecamente ligada a las necesidades económicas individuales. Para aquellos cuya principal fuente de ingresos provenía de la arriería, era común realizar viajes semanales. En contraste, para quienes veían en esta actividad un ingreso secundario, complementario a labores primarias como la agricultura o la ganadería, los recorridos se limitaban a uno o dos por mes. Don Ernesto Sánchez, arriero de profesión, compartió su experiencia personal, indicando que la arriería le servía como un suplemento económico. “Comencé trabajando en el correo, y ahí, unas dos veces por mes, tenía que llevar la valija al Oriente. Los demás días los dedicaba a mi familia y al trabajo en nuestras parcelas” (E. Sánchez, comunicación personal, 09 de febrero de 2019), relata, evidenciando la diversidad de ritmos de vida entre los arrieros, dictados por sus circunstancias económicas y personales.

Los relatos de los actores sobre las rutas de viaje en la región evidencian la ausencia de un camino fijo, destacando la adaptabilidad y la diversidad en sus trayectos. Partiendo desde Sígsig, los arrieros atravesaban variados puntos hasta su destino en Gualaquiza, seleccionando sus rutas en función de las necesidades específicas de cada viaje. Un testimonio destacado es el de Don Guillermo Torres, quien recuerda su experiencia laboral en el Estanco, describiendo una ruta particular que incluía puntos como Cuchil, Molón, Buco, Tendala, Granadillas, Chigüinda, hasta llegar finalmente a Gualaquiza a través de El Aguacate, entre otros (G. Torres, comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

Por otra parte, la ruta descrita por Don Jorge Sarmiento (comunicación personal, 09 de febrero de 2019) para viajar desde Gualaquiza hasta Sígsig, evidencia la complejidad y las dificultades inherentes al transporte en áreas rurales de la época. Según su testimonio, el trayecto implicaba varias paradas estratégicas, comenzando en Bermejos, pasando por Chigüinda sin entrar en la parroquia Cuchil, y enfrentando la parte más desafiante del viaje entre Chigüinda y Molón, antes de llegar finalmente a Sígsig. Este periplo, que tomaba entre tres y cuatro días dependiendo de factores como el clima, la condición física de los viajeros y los animales, así como la ruta específica escogida, subraya no sólo la resistencia y el conocimiento del terreno de los arrieros, sino también las limitaciones logísticas de la época para el transporte y la comunicación entre comunidades distantes.

Elementos que caracterizaban los viajes y sus inevitables complicaciones entre estas contrastantes regiones geográficas. Como se presenta a continuación, en la (figura 1) se visualiza un mapa de una de las rutas desde Sígsig a Gualaquiza realizada por los arrieros, donde se puede evidenciar la extensión de estos recorridos. A sabiendas que contaban con diversos puntos para el descanso, también conocidos como tambos, los cuales servían para el aprovisionamiento y para recobrar energía.

El mapa de la ruta Sigsig-Gualquiza se genera a partir del trayecto realizado, empleando como base el modelo de elevación del terreno, ya que esto facilita la visualización de las variaciones de altura a lo largo de la ruta. En el mapa, el color marrón indica áreas con elevaciones inferiores a 1000 metros sobre el nivel del mar, mientras que el color blanco representa altitudes que pueden alcanzar hasta los 4000 metros sobre el nivel del mar. Una de las características destacadas del mapa es la distinción entre la vía estatal y la ruta tradicional de arrieros. Además, se han marcado, los puntos relevantes tomados de diversas comunidades y lugares de referencia.

Figura 1 Mapa de la ruta arriera Sígsig-Gualaquiza

Fuente: Elaborado por: Nelly Mendez

Los tambos representaban un elemento crucial en los viajes, funcionando como oasis de descanso para los arrieros y sus mulas en medio de extenuantes jornadas. Estas posadas no solo ofrecían un lugar donde pernoctar, sino también alimentos, aunque no siempre del agrado de los viajeros, como recuerda Don Ernesto Sánchez al referirse al poco apetecible "caldito de mono". El intercambio de bienes como licor, ropa y alimentos, entre otros, solía ser la moneda de cambio preferente por estos servicios, aunque el dinero también circulaba ocasionalmente.

La arriería, tal como la describen Conti y Sica (2011), se erigió como una actividad fundamental para el transporte de mercancías de diversa índole y valor, integrando a múltiples estratos de la sociedad, desde destacados comerciantes hasta los sectores más populares. La mula, destacada por su resistencia, capacidad de carga y obedencia, se convirtió en el animal predilecto para esta labor, reflejando el dicho popular “Asno para el polvo, caballo para el lodo; y, mula para todo” (Restrepo, 2018, p.7).

Figura 2 Caballos recorriendo parte de la ruta Sígsig-Gualaquiza, los cuales se utilizan en la actualidad.

Fuente: Carlos Morocho (2020)

Los arrieros, acompañados mayoritariamente por mulas, enfrentaban rutas extensas atravesando caminos ancestrales y modernos, superando adversidades climáticas, densas vegetaciones y pendientes riesgosas, con el objetivo de entregar sus cargamentos y sustentar a sus familias. Las familias, por su parte, desempeñaban un papel activo en la preparación de estos viajes, encargándose del cuidado de los animales, la provisión de alimentos y el alistamiento de la vestimenta y utensilios necesarios, evidenciando así la importancia de la arriería como un esfuerzo colectivo (Conti y Sica, 2011).

Las herramientas del arriero

Las rutas emprendidas por los arrieros en su búsqueda de subsistencia eran un claro testimonio de la complejidad y desafíos inherentes a su oficio, venían acompañadas de una serie de instrumentos y herramientas para realizar su oficio. Como es de imaginar, cubrir grandes distancias no era una labor sencilla y menos ante eventos naturales o circunstancias difíciles de predecir, las cuales se presentaban en el camino. Así, tanto el arriero como su mula empezaban su camino bastante preparados, desde su vestimenta hasta las herramientas necesarias, las cuales podían variar según los productos a comerciar y los senderos a atravesar, por lo cual, una característica de esta preparación es su diversidad.

Entre los instrumentos más empleados para el manejo de las mulas o acémilas —como las nombran los arrieros—, destacan varios por su importancia y funcionalidad. La montura, elemento indispensable, no solo servía como soporte para la carga, sino que también aseguraba el equilibrio y confort del animal durante el trayecto. El moquete, por su parte, funcionaba como un mecanismo de control, permitiendo guiar a la mula mediante la presión sobre su lomo y boca. Adicionalmente, el chicote, un látigo trenzado fabricado de cabuya, cuero u otros materiales, se utilizaba como herramienta de persuasión en situaciones específicas, facilitando el avance o la corrección del paso del animal. Finalmente, el yugo, un instrumento de madera, era esencial para unir a dos mulas cuando la carga a transportar requería de su fuerza combinada, demostrando así la complejidad y el ingenio detrás de estos métodos de trabajo tradicionales.

Los arrieros, en función de la naturaleza y volumen de las mercancías a transportar, adaptaban meticulosamente sus herramientas y recipientes para asegurar una movilización eficiente y segura. Para productos de dimensiones y formas variadas, se utilizaban sacos y cartones, mientras que los objetos frágiles, como botellas de vidrio, eran cuidadosamente embalados en cajas de madera. En casos específicos, como el transporte de licor de contrabando, se recurría al uso de bolsas de caucho conocidas como “perras”. Además de estos elementos adaptativos, existían herramientas esenciales que acompañaban permanentemente a los arrieros, incluyendo sogas, machetes, ollas, fósforos, martillos y cuchillos, fundamentales para enfrentar los desafíos y necesidades cotidianas de su oficio.

Además de las herramientas esenciales para la arriería, es imperativo destacar la importancia de la indumentaria y alimentación adecuadas para enfrentar las adversidades del camino. La vestimenta del arriero, diseñada para soportar variadas condiciones climáticas y geográficas, incluía ropa de agua y botas de caucho, elementos cruciales para su protección. Paralelamente, la alimentación desempeñaba un papel fundamental en la subsistencia de estos viajeros. Los arrieros partían con alimentos previamente cocinados en casa, conocidos como fiambre o “tonga”, que consistían en una variedad de productos locales como carne de pollo o cuy, así como mote, papas, habas, yuca y plátano.

A lo largo del tiempo, el oficio del arriero se ha ido construyendo y adaptando a las necesidades específicas de cada comunidad y poblado, demostrando ser fundamental en el contexto histórico ecuatoriano para conectar sus diversas regiones. Este oficio no solo requiere de un profundo conocimiento sobre el paisaje y sus senderos, sino también de una serie de herramientas y elementos esenciales que aseguran el éxito de la travesía tanto para el arriero, su acémila, como para la carga que transporta. Adicionalmente, el arriero ha desarrollado un conocimiento adicional sobre la importancia de la materialidad, lo cual ha permitido el uso continuado de estas rutas. Así, los arrieros han jugado un papel crucial en el acceso y aprovechamiento de la variada riqueza de recursos que ofrece Ecuador.

Limitaciones sociales y geográficas en la labor arriera

La geomorfología de la ruta Sígsig–Gualaquiza representó un desafío significativo para los arrieros, evidenciando la complejidad de transitar entre dos regiones con características geográficas marcadamente diferentes. En la región Sierra, la presencia de cadenas montañosas implicaba enfrentarse a pendientes abruptas, suelos inestables y densas vegetaciones boscosas, lo que, sumado a los frecuentes deslizamientos, complicaba enormemente el paso. Por otro lado, al adentrarse en la región Amazónica, el escenario cambiaba drásticamente hacia un clima más caluroso y húmedo, donde la densidad de la vegetación y las áreas pantanosas representaban un nuevo conjunto de desafíos.

El clima y las condiciones meteorológicas representaban desafíos significativos para los arrieros en sus travesías. A pesar de estar equipados con indumentaria diseñada para protegerse de las lluvias, frecuentemente enfrentaban precipitaciones intensas al cruzar los páramos, lo cual no siempre garantizaba su efectividad. Es crucial destacar que en la región de la Sierra, las temperaturas son notablemente bajas, fluctuando entre los 7°C y los 21°C. Los testimonios recabados indican que la hipotermia era una causa común de mortalidad en estas rutas. Contrariamente, en la Amazonía, la temperatura promedio se mantenía alrededor de los 23°C. Esta variabilidad térmica sometía a los arrieros a un riesgo elevado de padecer problemas de salud, principalmente afecciones respiratorias e hipotermia. Don Ernesto Sánchez, al referirse a estos retos climáticos, subraya la severidad de las condiciones y el impacto directo que tenían en la seguridad y bienestar de los viajeros.

Por eso dicen que ahí morían en Matanga por eso se llama Matanga, porque morían ahí, también algunos por el frío, otros por tomar. Algunos se sentaban en las lagunas de agua y decían “calientito el agua” y pues ya han sido en sus últimas horas y los otros no podían hacer nada porque los otros tenían temor de ser congelados en el frío (E. Sánchez, comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

Los arrieros de contrabando, se enfrentaban a numerosos desafíos, siendo uno de los más significativos la presencia de los guardas de Estanco. Estos funcionarios tenían como principal responsabilidad el decomiso de mercancías ilegales, especialmente el licor y el tabaco. Por lo tanto, los arrieros debían emplear estrategias para evadir a estos vigilantes; de no lograrlo, se veían obligados a entregar las mercancías que transportaban. Don Jorge Sarmiento, cuenta:

En Chigüinda ahí era pura bajada lo más amargo era desde Chigüinda a Molón, porque ahí morían por el frío, se estaba ahí hasta que baje la neblina, porque los caminos iban por unas pendientes fuertes, masomenos era otro medio día de camino y como digo ¡los que merecían llegar ahí llegaban! a los muertos les dejaban ahí una cruz de madera, más o menos 3 días duraba este camino, pero tres días de sufrimiento, por eso por mucha de las veces ya dejaban de ser contrabandistas (J. Sarmiento, comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

Sobre este mismo tema de las dificultades frente a los guardas, Don Ernesto Sánchez relata que:

Los contrabandistas sufrían a lo grande a veces dicen que les quitaban, dicho que nada, 7 o 8 mulas de aguardiente y algunas veces más de 10 o 15 mulas y en esas mulas decomisadas se iba de todo, hasta una simple cobija. Contaban ellos que luego los del Estanco hacían grupos grandes y salían a vender (E. Sánchez, comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

Además de estos decomisos, se presentaban situaciones de violencia en ciertos casos, como lo menciona Don Jorge Sarmiento, sobre algunos de los abusos que sufrían los arrieros por parte de los guardas.

No los llevaban a la cárcel, dicen que los torturaban ellos llevaban una rienda de caballo que era de caucho y con eso les pegaban, muchas de las veces les mataban, más antes eran la pistola y les pegaban un tiro por las piernas para que no puedan caminar y ahí se quedaban a morir, más antes realmente la gentecita no hacía nada (J. Sarmiento, comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

La captura de arrieros de contrabando por parte de los guardas se efectuaba a menudo gracias a las denuncias de la población. Estos informantes alertaban a los guardas sobre los lugares de llegada o las rutas previstas por los arrieros, permitiendo a las autoridades posicionarse en puntos clave para su captura. Sin embargo, el éxito de estas operaciones no estaba garantizado, ya que los arrieros desarrollaban ingeniosas estrategias para evadir la detención. Una táctica notable era el lanzamiento de cohetes por parte de sus familiares, quienes, al tener conocimiento de las denuncias, advertían a los arrieros de la presencia de guardas. Esto les permitía modificar su curso o esconderse.

Discusión

Leyendas a lo largo de la ruta Sígsig-Gualaquiza

Los arrieros que recorrían la ruta Sígsig-Gualaquiza enfrentaban no solo adversidades climáticas y geográficas, sino también el desafío de navegar entre las complejidades de diversas autoridades locales. Sin embargo, más allá de estos obstáculos tangibles, su travesía estaba igualmente marcada por el peso de innumerables leyendas que tejían historias sobre personajes y lugares míticos. Entre estos relatos, destaca el de “La Chira”, un ser de características femeninas, con cabello largo y rubio, y una figura voluptuosa, cuyos pies invertidos y cola de serpiente presagiaban un destino fatal para aquellos desafortunados que cruzaban su camino (véase figura 3). Los arrieros, al recordar estas historias, lo hacen con una mezcla de respeto y temor, conscientes de la delgada línea que separa la realidad del mito en los sinuosos caminos que transitaban.

Figura 3 “La Chira” cautivando a su víctima

Fuente: Xavier Sacta (2020)

Don Ernesto Sánchez comparte fascinantes anécdotas sobre un ser mítico avistado en la región de Granadillas. Según relatos locales, incluido el de su propio padre, varios hombres afirmaron haberse encontrado con esta entidad. Una historia particularmente intrigante proviene de un vecino arriero, quien relató el hallazgo del cuerpo de una mujer hermosa y sin cabello, fallecida en circunstancias misteriosas. Se dice que esta mujer tenía la capacidad de abrazar a las personas hasta causarles la muerte, habilidad que, según cuentan, llevó a su propio fin a manos de arrieros armados. Don Ernesto también destaca que las apariciones de este ser eran más frecuentes entre aquellos que habían consumido alcohol, lo que presumiblemente facilitaba su capacidad de seducción y engaño.

Habían encontrado muerta ahí a una mujer linda, bonita, pelona sobre un bordo, contaba dice que, en lo que les venía a abrazar y como ella abrazando mata a la persona, unos arrieros como sabían andar con revólver le habían matado” (E. Sánchez, comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

Por otro lado, un sitio en particular también formaba parte de los relatos de esta ruta, la laguna de Matanga. Según los testimonios recabados, este cuerpo de agua es temido por su supuesta capacidad para "comer a las personas". Don Ernesto Sánchez, uno de los entrevistados, relata la existencia de una entidad conocida como "chuzalonga", una mujer que emerge de la laguna para seducir a los hombres que se aventuran cerca de sus orillas, conduciéndolos hacia su muerte en las profundidades acuosas (véase figura 4). Esta creencia se ve reforzada por las palabras de Don Guillermo Torres, quien trabajó como guarda en la zona y comparte una perspectiva similar sobre los peligros que encierra la laguna.

Era como un misterio, había gente que se quedaba atrapada ahí en la laguna, dicen que antes de meterse como ya estaban yendo a morir la laguna les llamaba, ellos tocaban el agua y decían: ¡caliente está el agua! Yo nunca vi eso, pero así contaban, lo que, sí ahí encontraban a gente ya muerta en las orillas, otros ya ni aparecían (comunicación personal, 09 de febrero de 2019).

Don Jorge Ermita, al igual que otros testimonios, confirma las historias sobre la famosa laguna, un lugar marcado por rumores de muertes y desapariciones. Esta fama provocaba temor entre los arrieros, quienes preferían evitar la zona. Movido por la curiosidad, Don Ermita decidió investigar por sí mismo, “yo me fui allá y cogí el agua y el agua tiene una temperatura extremadamente fría, con razón ellos ahí quedaban muertos, ellos trataban de mojarse todo el cuerpo, dice que decían que es agüita calientita” (J. Ermita, comunicación personal, 09 de febrero de 2019). Según relata, esta característica podría explicar los trágicos destinos de aquellos que, engañados por la apariencia del agua, intentaban sumergirse completamente

Figura 4 Arriego atrapado por la “Chuzalonga” en la laguna de Matanga

Fuente: Xavier Sacta (2020)

Las leyendas que envuelven esta ruta han calado hondo en la conciencia colectiva de los habitantes locales, marcadas por historias de muertes y desapariciones que, hasta la fecha, siguen teñidas de misterio y provocan un palpable temor. Estos relatos, más allá de su naturaleza sobrenatural, parecen haber servido también como una advertencia dirigida a aquellos que transitan la ruta bajo los efectos del alcohol. En este contexto, la creencia popular sostiene que el estado de ebriedad incrementa las probabilidades de encuentros con entidades sobrenaturales, añadiendo una capa adicional de cautela a los ya de por sí cautivados por las historias de este lugar.

Conclusiones

Al analizar la cotidianidad del arriero, es posible apreciar un conjunto de conocimientos y materialidades intrínsecos a su labor. La necesidad de un animal de carga y la utilización de utensilios específicos para cada tipo de carga y terreno, revelan la complejidad inherente a su trabajo. Asimismo, en el ámbito inmaterial, las leyendas y narrativas, transmitidas de generación en generación, constituyen una parte fundamental de su oficio. Estas historias no solo son testimonio de la persistencia de ciertos saberes, sino que también juegan un papel crucial desde su valor simbólico y como mecanismos de regulación social. Este entramado de conocimientos y prácticas culturales específicas, enriquece y complejiza la comprensión de la arriería como una actividad con profundas raíces culturales.

Para concluir, es imperativo reconocer que los conocimientos transmitidos oralmente constituyen una ventana a un universo de relatos, experiencias y principios que alguna vez definieron la esencia de nuestras comunidades. Las relaciones entre la Amazonía y la Sierra, a través de la ruta Sigsig-Gualaquiza, es una muestra de un sin número de conocimientos, que corren el riesgo de desaparecer, a causa de los cambios inherentes de nuestra sociedad, que ahora solo viven en los recuerdos de quienes supieron dedicarse a este oficio. Ante ello, el saber retomar todas estas experiencias y narrativas, resultan una labor imprescindible para revalorizar el pasado y aquellas formas de vida que marcaron toda una época y sostuvieron la economía de múltiples familias a través del tiempo.

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Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

Declaración de responsabilidad de autoría

Los autores del manuscrito señalado, DECLARAMOS que hemos contribuido directamente a su contenido intelectual, así como a la génesis y análisis de sus datos; por lo cual, estamos en condiciones de hacernos públicamente responsable de él y aceptamos que sus nombres figuren en la lista de autores en el orden indicado. Además, hemos cumplido los requisitos éticos de la publicación mencionada, habiendo consultado la Declaración de Ética y mala praxis en la publicación.

Nelly Méndez Carchi y Lennin Mendieta Cabrera: relevamiento de información y redacción del artículo.

Fausto Fabricio Quichimbo Saquichagua y Kajekai Juwa Tuntuam Klever: corrección del artículo.